
Estábamos M y yo tranquilamente tomando algo en una terracita de López de Hoyos, hablando del trabajo, de fulano y mengano, del tiempo y de cantidad de cosas absurdas hasta que empezamos a hablar de nuestros amigos, que M va a ser madre, que Luis y Carmina se casan en el 2008, que hay que ver los pocos amigos que nos quedan solteros… hasta que de la boca de M salió la inoportuna frase “¿y nosotros?”…
- ¿Nosotros? ¿nosotros que?
- Si Pau, ya sabes… tu y yo… No se, pero creo que ya es hora de dar un paso más… No hablo de casarnos, pero no se… formalizar la relación… conocer a nuestras respectivas familias… ya sabes
- Ya…
- No te veo muy por la labor… ya se que llevamos poco, pero durante este tiempo me he dado cuenta de muchas cosas. No es necesario llevar años para darte cuenta si una persona es la mujer de tu vida… - dijo mientras se sonrojaba…
Parecía un niño pequeño, tímido y vergonzoso. No era capaz de dejar de mover las piernas y su mirada se iba todo el rato hacia el suelo.
Me gustaba escuchar esas cosas, pero no podía evitar sentir pánico… Me parecía pronto.
Y siendo sincera, más que por mi, por mi madre…
A mi madre la adoro. Hemos sido siempre como amigas, uña y carne y sabe que estoy con él, pero ya me dijo en una ocasión “el próximo chico que metas en casa lo metes con fecha de boda…” y claro, me echaba para atrás.
M no me vió muy por la labor y zanjamos el tema.
Al poco tiempo, un sábado por la mañana desayunando en mi casa volvió a salir el tema, pero pronto se interrumpió por unos timbrazos lo sumamente escandalosos como para despertar a todo el vecindario. Solo hay una persona que llama así en mi casa… mi madre.
Pues efectivamente… era ella.
Abrí la puerta y la esperé en el descansillo del portal haciéndola gestos en plan “estoy acompañada”, pero como en el fondo la supera su curiosidad se lió conmigo a empujones disimulados para colarse dentro. Se fue hacia la cocina hablándome a voces y mirando hacia todos lados de manera policiaca…
Como la conozco, como si la hubiese parido yo a ella, “escondí” al yogurín en el cuarto de “la plancha” (lo llamo así por ponerle un nombre, pero una plancha no la ha visto en su vida) hasta que tuviera la situación controlada.
Con lo que no conté es que con mamá jamás se tiene la situación bajo control…
Hablé con ella, le dije “M está aquí. No te voy a decir como tienes que comportarte, vale?”
Saqué (así como suena) a M del cuartucho, hice las presentaciones oportunas y los tres a desayunar.
El circo empieza cuando le dice:

- Bueno Luis, Pau me ha dicho que eres veterinario, no?- dijo con voz de bruja. Y yo haciéndome cruces porque jamás he conocido a un veterinario más allá del ámbito profesional…
- Pues no… Mi nombre es M y soy informático…- dijo mientras me miraba en plan “¿quien coño es Luis?
- Ahyy cielo, perdón, me habré confundido…
- Mamá vale ya, sabes perfectamente que no conocemos a ningún Luis veterinario…
Esta fue la primera puntada de toda una ristra.
Cuando le preguntó la edad hizo un chistecito fácil, esta vez sobre mi. Acabó diciéndole incluso que como “de en serio” iba conmigo… O sea, totalmente vergonzoso.
Al irse nos dijo que porque no comíamos todos en casa al siguiente fin de semana. La verdad que no me importó… una vez roto el hielo con ella lo demás sería coser y cantar.
Pasó la semana, mi madre festejaba la llegada del domingo. Me llamaba 16 veces diarias para saber que comidas le gustaban a M y cuales no. Para ver que se ponía de ropa. Para que yo hablara con mi hermano para que intentara llegar el domingo antes de las 8 de la tarde. Para que comprara yo el vino en la licorería de cerca de casa y para un montón de cosas más.
El jueves me llamó mi tía, la hermana pequeña de mi madre soltera y sin compromiso, cotilla y chismosa y necesitada de cariño… “aiiinnns Pau, que me he enterado que va tu nuevo novio a comer a casa el domingo… porfi porfi porfi me dejas ir???????”
“Ni de coña” dije un millón de veces, pero de nada sirvió porque ya sabía que incluso antes de llamarme a mi ya había sido invitada por su querida hermana.
Llegó el domingo. M iba guapísimo, a parte de que lo es, ese día estaba especialmente guapo.
Llegamos a casa de mis padres y mi madre había congregado a todas las amigas, vecinas y conocidas del barrio para que conociesen a mi M. El pobre rojo como un tomate se lió a dar besos como un descosido… Mi madre le presentó como “el prometido de Pau” y como “mi yerno, si Dios quiere”. No consigo entender esa obsesión de mi madre por verme casada.
A eso de media hora después de llegar, empezaron a levantar el vuelo el nido de cotorras que teníamos en casa, pero se sentían tan cómodas que si no llega a ser por que mi padre dice “ala venga todas para casa, que deben estar vuestros maridos muertecicos de hambre…” no las movemos ni con espátula.
Mi madre se indignó muchísimo con Papá por tratar tan mal a Maruchi y Cía… (como si ella fuera discreta a la hora de decir las cosas…)
Mi tía entra en función… vestido a la altura de donde la espalda pierde su casto nombre. Escote que dejaba al descubierto su cicatriz de la operación de apéndice. Taconazo prestado por Doña Letizia para estar a la altura de las circunstancias. Y con tanta pintura en la cara como para restaurar la Basílica de San Pedro. ¡y ella viéndose tan mona…!
Se hacen las presentaciones… y mi tía no podía quitar el ojo de encima a M… a mi me incomodaba así que a él…
Por si el chico era tonto y no se había dado cuenta que ella le desnudaba con la mirada, empezó la batalla verbal… “cuando te canses de mi sobrina te vienes conmigo” “vaya ojos tienes… mmmm (leer con tono salidorro)”
Pasó la comida. En la sobremesa amenazó mi madre con poner un video mío en plena etapa de desarrollo mujeril y trastorno hormonal. Estaba deseosa de hacerlo… y lo hizo…
Un video de unas vacaciones familiares en Roses… Pau con gafotas, aparato y con 20 kilos más que ahora… ¡toda una pieza de museo que cualquier madre con amor hacia su hija no enseña a su novio la primera vez que lo ve!!!
Para rematar la velada, aparece mi hermano a las cinco de la tarde (bastante pronto para él), borracho como una cuba y con dos amigos de aspecto quinquillero que jamás habíamos visto.
Mi madre, discreta como siempre, dijo a voces “Uhyyy niña, me voy a guardar las joyas a la caja fuerte que esos dos niñatos tienen pinta de chorizos”
Creo que tras eso duramos medio minuto en casa de mis padres….

Ahora soy yo la que digo bien alto y claro que no aparezco con nadie más en mi casa hasta que no pueda decir:
“MAMÁ, ME CASO”